el Darse cuenta o ¿insight?


Un monje sabe que cuando está yendo, “Estoy yendo”. Sabe que cuando está parado, “Estoy parado”. Sabe que cuando está sentado, “Estoy sentado”. Sabe que cuando está acostado, “Estoy acostado”. El Buda


Nos dice muy acertadamente el maestro budista Stephen Batchelor:

"Abro el refrigerador, veo que no tengo leche y decido ir a la tienda a comprarla. Cierro la puerta tras de mí, doblo en la calle a la izquierda, sigo por la banqueta por dos cuadras, doblo a la izquierda y otra vez a la izquierda, entro a la tienda, tomo una leche, pago en la caja, doblo a la derecha y otra vez a la derecha, regreso por la banqueta por dos cuadras, doblo a la derecha, abro la puerta y regreso a la cocina.
La única evidencia de que todo esto ha ocurrido es el envase de leche, agarrado un poco fuerte en mi mano.
Mientras trato de reconstruir esos diez minutos desaparecidos, me acuerdo de estar abstraído en el recuerdo de un comentario que S me dijo ayer y que desde entonces he estado tratando de restarle importancia. Me molestó y ha estado alojado como una puñalada de inquietud en alguna parte arriba en el estómago. Recuerdo que mientras caminaba, estaba pensando en lo que debería haber contestado cuando me hizo el comentario y en lo que diría si me lo volviera a hacer. No me acuerdo las palabras exactas de mi respuesta, pero recuerdo sentirme contento por su mezcla de crueldad y desempacho, confirmada, en mi imaginación, por el gesto de terror en la cara de S mientras es clavado en el piso duro de madera.
No tengo ningún recuerdo de la primera insinuación del frío invernal, hecha por una ráfaga de viento que arrastró por la banqueta a las últimas hojas que caen frente a mí, mientras me subía el cuello del abrigo. Y aunque estaba mirando fijamente en la dirección en que estaba S en su bicicleta, del otro lado de la calle, no noté el saludo que mi amigo hizo con la mano, su grito y chiflido, ni su sonrisa cuando siguió su camino al ponerse en verde el semáforo".
Gran parte de nuestro tiempo la pasamos así. A medida que vamos percibiendo esto, empezamos a sospechar que no estamos realmente en control de nuestras vidas. Gran parte del tiempo somos llevados por impulsos que surgen insistentemente y sin descanso. Lo notamos en momentos tranquilos de reflexión, pero normalmente se pierden con la siguiente ola. Esto es, hasta que chocamos nuevamente con las rocas de la auto–consciencia recriminatoria, y de allí a los estados de ánimo y depresiones.
Una de las cosas más difíciles de recordar es acordarse de acordarse. La percepción comienza recordando lo que tendemos a olvidar. El ir derivando en la vida en medio del afloramiento acolchonado de impulsos es una de las tantas estrategias para olvidar. No sólo se nos olvida recordar, sino que olvidamos que vivimos en un cuerpo con sentidos, sentimientos, pensamientos, emociones e ideas. El preocuparnos de lo que dijo un amigo puede inquietarnos tanto que nos aísla del resto de nuestra experiencia. El mundo de colores y formas, sonidos, olores, sabores y sensaciones se convierte en aburrido y remoto. Incluso quien nos ofrece su simpatía nos parece extraño y fuera de nuestro alcance. Nos sentimos limitados y a la deriva.
Detenerse y prestar atención a lo que nos está pasando en este momento es una forma de desprendernos de tales fijaciones. Es también una definición razonable de meditación.
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